“El misterioso secuestro del hijo
de sancho”
publicado en diario LIBRE
Gustavo Sancho es uno de los nombres que mencionó Alfredo
Rodríguez, padre de Candela, en su declaración. Éste es el secuestro que habría
provocado la supuesta venganza:
“Ayúdenme a esclarecer este horror”, suplica a LIBRE en una
carta enviada desde la cárcel Juan Manuel Palmissano (33), preso por el secuestro
extorsivo de Alan Sancho, piloto de turismo pista e hijo de Gustavo Sancho, un
empresario de San Martín.
El 6 de diciembre de 2009, Sancho fue secuestrado en la puerta
de su casa, ubicada en José C.Paz al 4400, en presencia de su novia, Natalia González.
Los raptores pidieron 200 mil euros de rescate pero, dos días más tarde, el
piloto fue liberado en Ituzaingó sin que se pagara un centavo. El hecho pasó
casi desapercibido a causa de la conmoción provocada por el hallazgo de los
cuerpos de la familia Pomar, ese mismo día. Sin embargo, cambiaría la vida de
la familia Palmissano un año más tarde: el 18 de octubre de 2010, Juan Manuel
respondió un llamado de trabajo (polariza autos). Cuando llegó al local donde
lo habían citado, lo estaban esperando varios efectivos de la DDI que le
informaron que estaba bajo arresto.
“Habíamos quedado que iba a ir a buscar a nuestra hija Agostina
(4) a danza, pero no aparecía por ningún lado y no atendía el teléfono.
Estábamos desesperados, no sabíamos qué pasaba y hasta fuimos a hacer la
denuncia por desaparición a la comisaría. A la medianoche recibimos el llamado:
estaba preso. Fueron a mi casa e hicieron un allanamiento. Los policías nos
sentaron y nos dijeron que a Juan lo habían “engarronado””, cuenta Natalia, madre
de Agostina y actual pareja de Juan Manuel.
Natalia y Palmissano se habían separado en 2008 y la mujer
comenzó a frecuentar a Sancho. “Él me decía que no le gustaba nada Alan porque
andaba en cosas raras. Él quería cuidar a su hija, pero yo no lo escuché”.
Sucede que en San Martín, se vincula a Gustavo Sancho con el narcotráfico.
Incluso, en un principio, las hipótesis de la investigación apuntaron hacia al
ajuste de cuentas y al autosecuestro. A los investigadores les llamó la
atención que el rescate se pidiera en euros.
Natalia, la única testigo del secuestro, hundió sin querer a su
pareja: “Le dije al fiscal que Juan me había prevenido sobre la peligrosidad de
Alan y lo tomaron como una venganza”. Palmissano estaba en la mira por tres
mensajes que envió desde su celular a una persona de apellido Tedesco que se,
en algunas había comunicado desde su celular con Trobbo, uno de los cinco
detenidos en la causa. “Tedesco nunca estuvo procesado y no existe constancia
de que Palmissano conozca siquiera a Trobbo”, dijo Marcelo Biondi, el abogado
de Juan Manuel. “El propio fiscal Paul Starc, en un dictamen, dice que el
secuestro de Sancho tuvo que ver con actividades delictivas de su padre, pero
sin elementos probatorios que indiquen que Palmisano sea el entregador, él no
tiene vinculaciones con el narcotráfico que se vio envuelto porque su mujer
tuvo una relación con Sancho, en forma insólita opta por Palmisano porque a los
sms suma el testimonio de su ex pareja que le comunicó él miedo que éste tenía
por su relación con Alan”, agregó Biondi que tomó el caso luego de que se
vencieran todos los plazos para apelar su detención: “Nos estafó un abogado que
le sacó plata a mi familia y no hizo nada”, manifestó Juan Manuel desde el
penal de Ezeiza.
Pesadilla:
Desde que fue detenido, Juan Manuel pasó 23 días detenido en la
DDI de La Matanza y tres días en la Unidad 28 del Servicio Penitenciario
Federal hasta que fue trasladado a Ezeiza. “Me metieron en los calabozos con un
grupo de delincuentes. Ahí empezó la peor pesadilla de mi vida: me amenazaron
con facas y llamaron a mi familia para que les den plata sino me iban a matar”,
manifestó el comerciante. “Además, la misma policía nos pidió cinco mil pesos
para que lo cambiaran a un calabozo más tranquilo. Pagamos porque estábamos
desesperados”, denuncia Ariel, hermano de Juan Manuel. “Nos arruinaron la
vida”, dice Miguel, su papá.
“Después me llevaron a “la 28” que es una leonera que está
superpoblada. Tenés que convivir en un espacio mínimo con 50 o 60 personas, en
contacto con todo tipo de enfermedades. Dormís en el piso todo mojado y sucio.
No hay colchones y a la noche nos pegábamos unos con otros por el frío. Es
inhumano”, dice Palmissano. “Ahora en el penal de Ezeiza estoy mejor, trabajo
en la cocina y estoy terminando la escuela, pero no dejo de pensar ni un
segundo en la injusticia que se cometió conmigo. Pasé seis meses sin ver a mi
hija. ¿Quién me devuelve el tiempo de no estar con ella?”, se pregunta desde su
celda.
Buen laburo!!
ResponderEliminar